sábado, 29 de diciembre de 2007

El duende de la invisibilidad


Algunos dicen que los duendes son simplemente un producto de la imaginación. Todos aquellos que piensan eso, no saben de esta historia. La verdad sí existen y son muy inteligentes, es más, con un coeficiente intelectual diametralmente opuesto a su tamaño real.

En promedio miden unos treinta y seis centímetros de altura, tienen la costumbre de resolver los problemas de los humanos y en el fondo ese es el ligamen que los une desde tiempos inmemoriales. Al igual que muchas otras criaturas vinculadas a esos animales que “razonan”, hablan y levantan grandes edificios, también los duendes están en peligro de extinción.

Ya quedan pocos en el planeta y al contrario de cómo pensaba el imaginario colectivo, los duendes viven por todo lado, no solamente en algún país europeo olvidado. Los pequeños genios tienen toda la contextura de un humano de principio a fin, pero son narizones en exceso, con orejas puntiagudas, de barbas blancas trenzadas y poseen unos ojos que cuando miran pueden hipnotizar a cualquiera que los ve.

Pero no todos tienen el privilegio de encontrarse con alguno y es más, se protegen de ser vistos porque sirve como un mecanismo de defensa para que no se muera alguno de los seiscientos setenta y cinco que quedan repartidos por ahí. Todos tienen un pacto: mantenerse vivos de los depredadores, de los investigadores, de los curiosos, de los niños inquietos o de aquellos que se hacen millonarios investigando los fenómenos paranormales. Y lo han logrado.

Los duendes pueden ser vistos solamente por los niños que no hablan o que apenas empiezan a desarrollar el lenguaje, aquellos “peques” menores de seis años, exclusivamente los de buenos sentimientos. Dicho de otro modo, son pocos los privilegiados, porque con la televisión y la modernidad, los infantes pierden la inocencia y la pureza cada vez a edades más tempranas.

En el clan de los duendes sobresale uno, Ñoqui, el duende de la invisibilidad. Dentro del equipo cada uno tiene una misión, todos poseen una magia particular y en el caso de Ñoqui, su fuerte es sin duda la capacidad para los inventos. Ya casi cumple los ciento treinta años de vida ( por cierto, los duendes viven en promedio seiscientos años) y a su edad juvenil, puede sentirse orgulloso por ser el verdadero inventor de lo último de la tecnología de los humanos.

Si alguna vez a usado un teléfono celular, conoce los Ipod, ha navegado por Internet o se ha divertido con un GameBoy no dude en darle las gracias a la creatividad de Ñoqui. Por cierto, es el autor intelectual del concepto de la tele transportación y la usa siempre, pues la adaptó a su reloj de pulsera especial, utilizado para viajar de un lugar a otro con tan solo oprimir un botón.

Bueno... algo sí tiene este inteligente el pequeñuelo, hay inventos propios que guarda en total secreto y dice que se los va a llevar hasta la tumba, pues los seres humanos aún no están preparados para ciertos conocimientos.

El sabio Ñoqui siempre planea una estrategia. Observa a los humanos cuando duermen, los estudia mientras están despiertos y si pasan la prueba de la humildad del corazón, les habla al oído, les sugiere alguna idea novedosa, vanguardista que culmina en un invento exitoso en el mundo. La fama, el dinero y el consumo excesivo, es lo que pasa luego de que el secreto es revelado en el afortunado oído. Por alguna extraña razón, Ñoqui tiene cierta preferencia por las orejas de gente Made In Japan.

Su invento más reciente es un aparato capaz de desaparecer los objetos y las personas, inclusive a los duendes, en realidad, cualquier cosa. Este dispositivo fue bautizado como “el control remoto de la invisibilidad”. Ñoqui pensó que sería genial para su clan, sus hermanos y su sangre inventarlo, para que pudieran ocultarse o mostrarse a su antojo, incluso en el caso de los niños problema, capaces de revelar a sus padres el secreto de su existencia.

Pero un dilema en formato de pregunta pasaba por su creativa cabeza: ¿Los humanos estarán listos para semejante conocimiento y avance tecnológico? La respuesta que se dibujaba en su corazón era un rotundo y contundente NO del tamaño de una catedral gótica.

Los motivos serían muchos y las razones serían inmensas, pues si el duende seleccionaba mal al humano de su último invento, podría volverse loco de poder y hasta podría terminar desapareciendo a todo el mundo para llenarse de avaricia y convertirse en el hombre más rico del mundo. También desaparecería a su antojo a todos los que les caen mal o a aquellos que obstaculizaran su paso.

En resumen, el portador del secreto de la la invisibilidad debería de ser una persona sencilla, pero ante todo extremadamente noble, sin mucha codicia en sus pensamientos. En verdad la tarea de la selección no era nada sencilla en esta ocasión.

El pobre de Ñoqui pasó varias noches visitando vecindarios, ciudades, urbanizaciones y cuanta casa se encontró, pero nada, nadita de nada. Todos los dueños de las orejas no eran lo suficientemente nobles de corazón.

Finalmente luego de tanta búsqueda, se metió camufladamente por la puerta en la que sale el perro del dueño de la casa, una tamaño exacto y cómodo para Ñoqui, quién presuroso se escabulló por la cocina de aquel que sería el elegido.

Bernardo Mena es un científico de profesión, químico, para ser más específicos- Siempre en su laboratorio trataba de inventar cosas con un único fin: mejorar la vida de sus semejantes. No pertenecía a una familiar pudiente ni mucho menos más bien todo lo que tenía hasta su más desgastado tubo de ensayo se lo había ganado con las reacciones químicas de un cerebro que no paraba de trabajar. Pero el futuro de Mena era promisorio y además, era noble de corazón.

Luego de una experimental y agotadora jornada de trabajo Bernardo decidió irse a dormir más temprano de lo normal, a eso de la dos y quince de la madrugada. El científico vivía de manera solitaria, pues la fórmula para entender a las mujeres nunca la había encontrado. Su compañero de andanzas y guardián de sus secretos era Copérnico, su perro salchicha.

¡Que dicha que se fue a dormir más temprano!, pues la noche le tenía una sorpresa de lujo. Cuando estaba realmente dormido Bernardo soñaba cosas extrañas, pero nunca se imaginó en la posibilidad de que un duende le hablara al oído.

Ñoqui revisó a su candidato de pies a cabeza y confirmó que dormía plácidamente. Llevó su boca al oído y con voz rugosa le preguntó: “¿Cuál es tu máximo deseo en la vida?”. Él le respondió obviamente entre dientes y dormido: “Mmmmmmmmm inventar algo impoooortanteeee, para ayuuuuuudarrrrr a los demaaaaásss, eso es lo que haría un buen científicooooooooooooo por la humanidad”.

El duende lo volvió a ver fijamente y le susurró que en el mundo de los humanos ya son pocos en los que piensan en los demás, pero como él era una excepción le iba a dejar en su mesita de noche uno de sus más poderosos inventos: el control remoto de la invisibilidad. Antes de irse, sacó de un pequeño bolso el prototipo del control, apuntó hacia su pecho, oprimió el botón rojo principal y pluuuuuuuuuuuuuf se evaporó en el aire y ya no era visible.

Junto a la cama de Bernardo flotaban unas hojas con dibujos, el control remoto único en el mundo de los duendes y los humanos y una pequeña nota escrita a mano que decía: En tus manos tienes el poder de la invisibilidad, es fácil de usar... solamente tienes que apuntar con precaución e inteligencia este control remoto. Recuerda siempre: puede ser una peligrosa arma de dolor o una encantadora herramienta de alegrías. Si le cuentas a alguien que este invento apareció mientras dormías el primero en desaparecer serás tú. Ñoqui, un amigo.
Los científicos tienen la costumbre de levantarse en la madrugada para seguir trabajando, especialmente si tienen sueños extraños. Exactamente así le pasó a Bernardo, quién abrió los ojos, llamó a Copérnico a viva voz, se estiró cuán largo era, prendió la lámpara de su mesita de noche y encontró la nota, escrita en un papel que nunca había visto y en letras doradas.

Lo primero que pensó fue en lo poco probable de la situación, no tenía una explicación científica. Miró el aparato, le pareció un control remoto común y silvestre, pero con el afán de quitarse la curiosidad le apuntó a la puerta de su cuarto y desapareció inmediatamente. Para sus adentros pensó que semejante invento debería ser resguardado, protegido de los ambiciosos y decidió desaparecer el control remoto de la invisibilidad, pues el mundo aún no se lo merecía. Junto a Copérnico, buscó un espejo y cuando lo encontró hizo una prueba, colocó el control en el suelo, apuntó, oprimió el botón rojo y el espejo desapareció.

De primera entrada el control remoto no sufrió efectos secundarios, pero a los pocos segundos se fue desvaneciendo, al igual que la mano de Bernardo. Al darse cuenta de lo que ocurría, decidió utilizar el control remoto de la invisibilidad en su contra, antes de que desapareciera para siempre. Y finalmente tanto el científico como el invento ya pertenecían al mundo de lo invisible. Copérnico con su olfato logró ubicarlo aunque no lo veía y no solo eso, logró darse cuenta que aún en el cuarto observando todo se encontraba Ñoqui el duende inventor.

Aunque los duendes tienen la regla de nunca hablar con humanos, el inventor no pudo contener el deseo de preguntarle por qué había actuado de esta forma. Bernardo no tuvo miedo al ver al duende y le respondió que con la decisión lograría convertirse en un ángel y ayudarle a los demás sin ser visto nunca más.

Ñoqui no podía creer su decisión pero lo apoyó, conversó con él un gran rato, le dio algunos consejos de la esencia de la invisibilidad y le explicó que luego de hacer sus tres primeras buenas obras, siendo humano e invisible, le empezaría un leve dolor en dos zonas de la parte alta de la espalda y sería acreedor de un par de alas.

El duende había realizado una excelente elección, pero decidió guardar el secreto para él mismo pues aún los humanos no estaban listos para tales invenciones, ya tenían demasiados enredos tecnológicos. Tomó varias decisiones: guardar en su bolso los dibujos, la nota, el control remoto invisible, volver con los suyos y seguir creando más inventos. Así que cuando el lector de este cuento conozca acerca de un nuevo invento o avance de los humanos, dude un poco, porque quizás el responsable sea Ñoqui, el duende de la invisibilidad.

martes, 6 de noviembre de 2007

El fin de un sicario


Un día, alguien le dijo a Manfred Solano que la mejor forma de salir de pobre era matando gente. En aquella oportunidad, decidió ignorar la propuesta, pero guardó la tarjeta de aquel sicario de profesión que se le acercó para seducirlo.


Solano, paradójicamente estudiaba leyes y quería hacerlo caminando con la frente en alto. Sin embargo, no estaba muy complacido de la forma en que los corruptos lograban salir siempre libres y, esa idea de tomarse la justicia entre sus manos, le revoloteaba en la cabeza como si un abejón de mayo se hubiera colado por una de sus orejas.

Desde que nació, la vida lo había puesto a prueba para de moverse del lado del bien o pasarse al lado del mal, en múltiples ocasiones. Procedía de una familia de clase media y todo lo que tenía se lo había ganado con el sudor de su frente y a punta de esfuerzos en cada uno de sus veinticinco años de su existencia.

Pero una noche mientras estudiaba solo en su apartamento cercano a la Universidad, pensó en la alternativa de ganar dinero de manera rápida y se planteó una pregunta que cambió su vida: ¿Qué se sentirá ser sicario? Se convenció a sí mismo que tenía todo lo necesario: era un estudiante anónimo de leyes, era un buen conductor de motocicleta de esas montañeras (aunque ahora era dueño de un discreto scooter) y no dudaba de tener buena puntería, pues una de sus habilidades era el “buen pulso” al disparar o lanzar cualquier cosa.

Una vez decidido, buscó la tarjeta en la billetera, marcó el número de celular y empezó a timbrar la llamada que escribiría su destino. Una voz ronca le respondió y el simplemente preguntó dos cosas puntuales: ¿Qué debo hacer para empezar? ¿Cuánto me voy a ganar?

Un mes después de la llamada, Manfred despertó del olvido sus destrezas como conductor de motos, se aprendió cada una de las calles de la capital de memoria y se convirtió en el mejor tirador en un santiamén. Ya le habían asignado un arma, su compañera fría, un revolver calibre treinta y ocho, munición tipo mágnum, con la que cumpliría con sus encomiendas. La primera, por fin llegaría y por esos azares del destino, la víctima era un abogado.

Norberto Urrutia era el abogado más famoso del país. Su éxito se resumía de manera sencilla: salvaba del abismo de la cárcel o de la culpabilidad a afamados nombres del sector político o personas que lograron amasar fortunas por negocios dudosos y alucinantes. Su habilidad en los juicios sorprendía a propios y a extraños. Su candente verbo lograba confundir, su memoria prominente y conocimiento de las leyes le permitía buscar algún recoveco para salvar a sus clientes. Gracias a la obtención de su nicho de mercado, logró amasar una sorprendente fortuna, pues sus honorarios profesionales eran aumentados por debajo de la mesa con generosos dineros mal habidos.

Urrutia no era del agrado de todos, la envidia de muchos lo acompañaba como un fantasma e inclusive, cuando manejaba por las calles de la ciudad siempre le temía a los semáforos en rojo que tardaban más tiempo del usual o cuando una motocicleta se parqueaba cerca de su ventana. Su temor no era producto de la imaginación, ya que alguien había pagado para que lo mataran, mientras manejaba de regreso a su hogar. Él vivía en una lujosa casa que asemejaba más bien un palacio, más aún para un joven profesional de un cuarto de siglo de vida.

Manfred finalmente se estrenaría como sicario, tenía que quitarle la vida a un abogado de su misma edad. La ejecución sería cerca de las cinco de la tarde, en una de las esquinas en la que comúnmente viraba a la derecha, a menos de trescientos metros de su casa.

El neófito asesino asueldo recibiría un par de millones si cumplía con su cometido. Pero en esta ocasión no sería el conductor de la moto, más bien el que accionaría el gatillo. Su indumentaria incluía pasamontañas, unos guantes negros de los que se usan contra el frío y ropa casual. Igual lucía su compañero. La prenda para cubrir el rostro se la colocarían minutos antes de que iniciara la verdadera acción.

Urrutia decidió salir del bufete un cuarto para las cinco, esa tarde cambiaría la rutina; debía detenerse unos minutos para comprar una botella de vino y un queso holandés, pues a eso de las cinco y veinte llegaría a su casa una abogada que lo tenía vuelto loco.

El conductor de la motocicleta montañera tenía días de estar observando de lejos cada uno de los movimientos de Urrutia, inclusive se había parqueado a la par de su vehículo en un semáforo, la tarde del día anterior. Cada uno sabía lo que tenía que hacer y Manfred no dudaba de sus habilidades como tirador, aunque nunca había matado a nadie, aunque según él, dejaría su oficio paralelo en unos cuantos meses despúes.

Una vez vista la presa, en la esquina pactada, los sicarios encendieron el motor de los sonidos de la muerte. Estaban un poco retrasados en los tiempos, ya eran pasadas las cinco de la tarde. Ambos se pusieron la máscara y se emprendieron en contra de su víctima como dos águilas dispuestas a atacar.

No había vuelta de hoja, la decisión estaba tomada, el objetivo estaba en la mira. Manfred revisó el arma y notó que no era la misma que había dejado en la mesa en la mañana. Él la había confundido con otra idéntica con la que estaban jugando sus homólogos una especie de nueva versión renovada de “la ruleta rusa”. Un frío le congeló el cuerpo en centésimas de segundo, pues el arma definitivamente tenía menos disparos de los esperados. Decidió no decir nada y asumir el riesgo.

Norbeto Urrutia revisaba la calidad del vino que había comprado y pensaba en la mezcla de sensualidad e inteligencia de la abogada que vería en minutos. Pero su instinto de supervivencia le dio la orden de revisar el arma de segunda que había cargado hace unos días y escondía a un lado del asiento del conductor.

La conjunción entre la motocicleta montañera y el vehículo de lujo ocurrió en el semáforo que más tardaba en cambiar de rojo a verde. La moto se detuvo sigilosa y para suerte de los sicarios, Urrutia tenía la costumbre de manejar con la mano derecha y apoyar la izquierda en la ventana abierta, una fatal manía que ya había sido observada previamente.

Manfred acercó el arma a la cien de Norberto en fracciones de segundo y procedió a disparar con toda frialdad, impulsado porque sabía del historial de su colega. El arma simplemente no se disparó, el semáforo cambió a verde, los autos empezaron a pitar y un abrir y cerrar de ojos, el plan perfecto se vino al suelo.

Urrutia acudió a su arma y era la primera vez que la usaba. Disparó al aire para asustarlos. Ambos cayeron de la moto por el escalofriante estruendo. El abogado corrupto disparó al pecho del conductor de la moto hiriéndolo gravemente. Manfred aturdido en el suelo disparó de nuevo y su pistola tampoco funcionó. Urritia empezó a llenarse de valor y trató de rematar al herido, pero un ruido provocado por su colega abogado lo distrajo y cambió de blanco para su disparo mortal. Su arma de segunda le pasó la factura y se trabó en el peor de los momentos.

Aprovechando el par de segundos que la suerte le daba para sobrevivir, Manfred levantó la moto, se montó, la encendió, olvidó a su compañero empuño su arma y salió despavorido dejando una ráfaga de humo tras de sí. Lo único que le importaba era salvar su propio pellejo. Los papeles se invertían y aquel que iba a morir, ahora perseguía al sicario, quién se trataba de escabullir entre los espacios que dejaban los otros carros. Urrutia era un buen piloto y lo estaba demostrando en la persecución.

En el momento que lo tuvo más cerca y de frente, Manfred congeló el tiempo, sacó el arma, giró en su torso y disparó sin fijarse al parabrisas, era su única forma de defenderse. La única bala del arma se disparó más veloz que ninguna y partió el aire como una daga asesina.

La bala impactó profunda en el parabrisas, Urrutia movió la cabeza hacia la izquierda por puro instinto, pero la bala le chispeó en la oreja derecha, destrozándola y provocando un incontenible chorro de sangre. Del susto y el dolor se deshizo de la atención del volante y se estrelló fuertemente contra el portón de una casa. Antes de perder la conciencia notó como el airbag que le salvó la vida se teñía de rojo.

Manfred logró huir del lugar gracias a su mala puntería y aunque no cumplió con el encargo, decidió dejar el oficio de sicario para siempre. No cobró nada del dinero que le tocaba a pesar de fallar, pues no quiso ensuciarse más las manos a pesar de los guantes. Decidió quemar el pasamontañas y seguir siendo aquel estudiante anónimo de leyes, aquel que tenía que esperar y ser paciente para lograr el éxito. Después del fatídico día, a Manfred Solano desarrolló fobia a las motocicletas y hasta vendió su scooter, ya que había decidido viajar en bus por un largo tiempo para acomodarse la mente en silencio.


Norbeto Urrutia logró sobrevivir, pagó mucho dinero para reconstruirse su oreja con el mejor de los cirujanos plásticos y decidió convertirse en un abogado de bajo perfil. Nunca más aceptaría dineros de dudosa procedencia o casos de clientes de dudosa reputación, y aunque el sicario no logró su cometido, a fin de cuentas nunca supo que a pesar de todo, sí logró asesinar al más corrupto de los abogados.

domingo, 28 de octubre de 2007

Hatillo´s Taxi Driver


Sobre las carreteras de Costa Rica circulan muchos, pero muchos vehículos. La razón es simple: casi todos los ticos pueden hacerse de un carrito, no importa si es una cafetera con ruedas que se está desarmando o uno más moderno adquirido por un préstamo. Aquí lo importante es vivir la sensación de manejar aunque a veces no se tenga ni siquiera que comer. Miles de autos deambulan en las "horas pico" y saturan una capital que está a punto de estallar de tanta gente al volante. En este oceano de motores destaca la "marea roja" de los taxistas.

Pero ellos no están solos en el negocio. Los acompañan los "taxis piratas", aquellos que están al margen de la ley, pero que se vuelven indispensables en algunos barrios capitalinos, especialmente cuando en la mañana no pasan los buses o cuando los mencionados taxis rojos van ocupados. Por ejemplo, en Hatillo, los taxis "no oficiales" se vuelven básicos para la supervivencia.

Así precisamente le pasó a Darío Salas, un naciente piloto ilegal que decidió vivir temporalmente en este mundo, todo para obtener una fuente nada despreciable de recursos, especialmente luego de dos años de no encontrar trabajo en ningún sitio como Administrador de Empresas, su verdadera profesión. Por este motivo, Darío decidió administrar su propia empresa y hasta se dispuso a manejarla, pero todos los días de 6 de la mañana, hasta que se hiciera de noche. Una vez que cumplió 28 años y luego de hartarse del desempleo, acudió a sus ahorros de toda la vida para comprarse un Toyota Tercel del año 1994. El empresario decidió ser diferente a sus colegas piratas. Él quería tener un estilo propio.

Una vez comprado el carro, lo revisó, decoró, chaneó, le puso al día todo y se prometió tenerlo limpio siempre, pues sabía que a los clientes se les tienta por los ojos para que se suban con confianza. También vestiría elegante y andaría peinadito con buen gel todos los días. Además, colocó basureros en los respaldares de los asientos, compró un tele portátil, un radio de comunicación para estar al tanto de lo que pasaba con su colegas de la competencia y se prohibió a si mismo colgar del espejo un disco compacto. Todo como parte del concepto de servicio al cliente.

Darío salía a la calle con mucho menudo en monedas para los vueltos sencillo y, siempre andaba cambio aunque le pagaran con un billete de diez mil. Pero a pesar de pensar intensamente en el confort de los clientes, si le daba cólera cuando al cobrar las "cuatro tejas y media" del servicio, le pagaran con un billete grande como "un tucán" o "un puma". Una de las metas personales era convertirse en el mejor Hatillo´s Taxi Driver de la historia y acudía a diario a sus dones: la capacidad de expresión al hablar y su carisma innato.

Una mañana de martes, con el carro más reluciente que nunca, "el pirata" se tiró a la calle para subir clientes. Sin duda, una de las mejores horas para brindar el servicio es entre las seis y las ocho de la mañana, cuando muchos de los hatillenses salen como despavoridos para sus trabajos y buscan algún medio de transporte para lograrlo. La estretegia estaba clara: aquella soleada mañana de marzo se estacionaría frente a la cancha de baloncesto de Hatillo 5, un sitio estratégico para esperar. No pasó mucho tiempo cuando se subió la primera de las clientes.

-"Doña Vera, ¿Cómo me le va?". "Bien y usted mijito", contestó la señora. Ella era una ama de casa, madre ejemplar del barrio, quién junto a su esposo habían salido avante de la dura prueba de la crianza de tres guilas.

Ella estaba sorprendida de ver al joven Darío "pirateando". - "Y eso, usted también metido en esto de los taxis colectivos... Bueno diay que Dios me lo proteja en la calle. No se ponga a mentarle la madre a ninguno de los taxistas, vea que muchos de ellos ya son unos grandes hijueputas, aunque uno no se los diga a veces", le aconsejó la señora de casi cinco décadas, dueña de un hermoso rostro y una excelente condición física.

El chofer dibujó una sonrisa y arrancó el carro. Ya era el momento de realizar de nuevo la misma ruta que lo movilizaría del quinto de los Hatillos hasta la esquina de La Prensa Libre, en San José, el lugar dónde se bajan siempre los clientes. Doña Vera sería la copiloto de la ocasión y se mostraba más atarantada de lo normal, porque su esposo padecía una bronquitis, pasó tociendo toda la noche anterior y ella quería buscarle un remedio natural. Vera no soportaba los servicios de la Caja y no creía en la medicina compuesta de pastillas y químicos.

-"Póngale muchacho, maneje más rápido... No ve que me urge llegar al Mercado Central para buscar un remedio. Tuve que dejar a dos de los chiquillos en la escuela y mi esposo se quedó cuidando al más pequeñito."

Mientras encendía el radio y sintonizaban alguna de sus emisoras tropicales, Darío le explicó que lo primero es llenar el carro y luego le mostraría todos sus dotes de conductor temerario. Ella aprovechó la respuesta para sacar de la cartera una moneda de quinientos, le pagó y le dijo que lo dejara así, porque le caía bien y era un buen muchacho.

Ubicados en los semáforos de Hatillo Seis, (los que están sobre la pista), el piloto y su acompañante esperaban que se llenara el taxi rapidito. En la radio sonaba "Y hubo alguien" de Mark Anthony, como una premonición de lo que vendría. Darío no pudo disimular su asombro al
ver la despampanante mujer que estaba en la parada de autobuses, acompañada por un estudiante del Liceo de Costa Rica. El chofer se aproximó, tocó el pito y alzó su mano izquierda por fuera de su ventana, un ritual que indicaba que en el taxi aún quedaba campo.

El primero en entrar fue Jorge, un muchachillo de noveno del Liceo, que andaba las faldas por fuera y hacía ver su uniforme gris más gris de lo normal por lo desacomodado que lo andaba. Aunque se creía un galán, no lo demostró pues se le atravesó a la bella Xiomara y le impidió el paso. Ella se molestó por la falta de caballerosidad y estuvo a punto de no montarse. El joven no entendía nada, pues se encontraba consumido en la música rock que emanaba de su iPod.

Luego de que Darío la convenciera, la joven finalmente aceptó. Ella llamaba la atención porque vestía un lindo uniforme de empresa que en ella como perchero, se veía aún mejor, pues la belleza de su anatomía era innegable. Se le sumaba una blusa que dejaba ver un poquito de sus encantos y una enagua más corta de lo permitido para una oficinista. Dicho con claridad, Xiomara Cubero tenía la ropa menos adecuada para transportarse en un taxi colectivo sumado a la incomodidad de sentarse en el medio del asiento de atrás.

Un tanto molesta dijo: "Ojalá nos vayamos así... no me gusta ir apretujada en el centro". - "No se preocupe mi amor" respondió Darío, quién a partir de ese momento no pudo dejar de mirarla disimuladamente a través del espejo. Ella también iba tarde a sus labores, al igual que el liceísta y Doña Vera.

-"Tome muchacho, páguese de una vez". Gracias princesa y disculpe el atrevimiento... ¿Verdad que yo la conozco? Ambos se vieron a los ojos y ella identificó la mirada pícara de aquel compañero del cole al que por más que le rogó, nunca le dio pelota. -"Claro, Darío... tanto tiempo, que gusto ver a alguien conocido manejando estos taxis, vieras como cuesta, todos son unos viejos verdes que le pasan viendo las piernas y otras cosas a uno. Me alegra verlo, que dicha, en serio, ojalá lo vea más a menudo para irme con usted. ¿ Hace cuanto empezó ?

Él le explicó que desde hace algunas semanas y por dentro el corazón se le llenó de esperanza, ya que cuando eran compañeros del Liceo Roberto Brenes Mesén, ni siquiera lo llamaba por su nombre, y ahora la vida le daba la oportunidad de ver a esa preciosura todas las mañanas. El momento de romántica ilusión fue interrumpido por Doña Vera que les dijo: "Qué dicha que se conocen, pero todos vamos tarde, así que arranque y vámonos, para ver si encuentra al último de este viaje".

Jorge estaba sumido en su mundo. En su banda sonora personal sonaba Ana Molly de Incubus, cancion que contrastaba con el sonido salsero de El amor más bonito de Tito Nieves. El estudiante de noveno había decidio llegar temprano por primera vez en su vida. El esfuerzo lo valía, había quedado de acuerdo con uno de sus compañeros de clase para intercambiar la música en mp3 de sus respectivos reproductores. A sus quince años y gracias a su buena apariencia había logrado popularidad entre sus compañeros, porque en todo lado ligaba. Inclusive se rumoraba en el cole que tenía "amigas con derechos" en colegios de chicas como el Seño, en el Nuestra y por su casa en Hatillo.

No podía concentrarse en su música, menos en el viaje, porque gracias a su metro ochenta de altura que competía con el metro sesenta y siete de Xiomara; sus ojos le quedaban en una ventajosa visión periférica. Y al quinceañero no le quedaba más remedio que de vez en cuando verla de reojo. Ella lo notó, pero no le dió importancia, pues pensaba que el taxista y excompañero se había puesto atractivo, doce años despúes de su paso por el colegio.

Todo pintaba bien para el conductor. Pero cuando se maneja un taxi colectivo cualquier cosa puede pasar. Por el radio (similar a los que usan los efectivos de seguridad) indicaban que al final de Barrio Cuba estaban varias gruás y oficiales de tránsito, levantando placas y haciendo partes en contra de otros colegas. La advertencia estaba clara, había que cambiar la ruta de acceso a San José y llevar a buen destino a sus tres clientes.

Luego del susto, llegó el cuarto de los pasajeros de este viaje de gente desconocida que se unían casualmente por la necesidad común de un transporte matutino y para cumplir irremediablemenre con su vida cotidiana. Todos saben que el viajar en estos taxis es un riesgo, no existe seguro alguno y en caso de accidente, nadie se hace responsable de la vida de ninguno.
A pesar de esto, muchos corren el riesgo a diario.

El cuarto pasajero sufrió una serie de acontecimientos desafortundos que lo llevaron a usar por primera vez este servicio. Se trataba de Gonzalo Linares, un gerente de casi cuarenta años, padre soltero y quién tuvo que buscar un medio alternativo de transporte, porque su vehículo estaba en el taller y se atrasó en la mañana al dejar su hijo en el kinder.

Gonzalo vestía de traje entero, cargaba una maleta ejecutiva y sus zapatos negros acharolados encandilaron tanto al chofer del taxi que decidió detenerse para ofrecerle sus servicios. El gerente dudó, pues tenía el mandamiento personal de solamente viajar en los taxis de los rojos: los oficiales. Sin embargo, luego de escanear con la mirada a los que serían sus compañeros de viaje decidió decirse a sí mismo que sí.

Su resumen visual le indicó que el tipo que manejaba se veía agradable y su carro lucía bien cuidado,(inclusive mejor que el suyo), Doña Vera le sonríó con amabilidad, se visualizó así mismo en tiempos de colegio y cuando vio a Xiomara su motivación por subirse llegó al máximo. Gonzalo sabía que la combinación de los usuarios de cualquier taxi pirata siempre es una lotería y aquella mañana, él había tenido suerte.

Una vez que se llenó aquel Toyota Tercel del 94, Darío empezó a hacer cuentas y si seguía así en el día, podía hacer 20 mil colones, una cifra nada desagradable para su empresa que apenas empezaba a rodar. Luego de los cálculos matemáticos se fijó que todos los clientes estuvieran bien, preguntó en el radio alguna novedad acerca del operativo "antipiratas", bajó el volumen del radio, se ilusionó nuevamente al ver los ojos de Xiomara, esquivó agunos huecos, manejó con precausión y llegó a su destino con una cómoda ruta alterna menos arriesgada para sus intereses.

El piloto se detuvo satisfecho mientras el semáforo en rojo indicaba detenerse en la esquina de La Prensa Libre, el mismo edificio del Grupo Extra. Al pasar a verde, dobló a la derecha y se detuvo para concluir con su ruta. Doña Vera le dejó una bendición y dibujó una cruz en el aire de manera similar como lo hace con su familia; el liceísta casi se le va si pagar, pero le pagó con una bolsa de monedas de veinticinco y el gerente le dio las gracias, diciéndole que posiblemente trataría de encontrarlo al día siguiente. Xiomara esperó que todos se fueran para quedarse a solas con el chofer, el pirata, el piloto, el vecino y el excompañero. Ella le agradeció y le dijo que como hacía para localizarlo cuando iba tarde para el trabajo. Por suerte, como todo buen empresario, tenía en la guantera de su vehículo tarjetas de presentación que él mismo había mandado a hacer con todo y número de celular incluído.

Le dijo: "Claro mi amor, aquí está mi tarjeta... Si quiere me llama o más o menos ya sé a donde y a que hora está en la parada. En el caso suyo, lo que ocupe las 24 horas del día... bueno para cuando ocupe taxi". Ella guadó la tarjeta en el bolso, se despidió con un gesto simple con la mano y se apresuró hacia su trabajo.

Darío aceleró el carro, le puso freno al corazón, regresó con otros cuatro nuevos usuarios y logró superar la meta económica del día. Al día siguiente, en la mañana y antes de las siete se topó al liceísta en otro "pirata"; al gerente manejando su auto recién arreglado en un semáforo; a Doña Vere haciendo compras en el Más por Menos y a Xiomara... Según le cuentan los vecinos y otros amigos fue la última vez que se le vio por Hatillo. Su exnovio había regresado del Atlanta y le propuso matrimonio en la oficina. Ella aceptó gustosa, se mudó a Estado Unidos y nunca más volvió a montarse en un incómodo transporte informal de uso colectivo.

viernes, 19 de octubre de 2007

La mosca casi radioactiva




Cuando una mosca nace, sabe que está destinada a morir en pocas horas. Si tiene suerte puede vivir durante algunos días completos, siempre y cuando cuente con habilidades especiales en el vuelo acrobático, una visión alineada y no le preocupe posarse sobre cualquier porquería que se le aparezca.

Así de la misma forma en que mueren, nacen otras por montones y a cada rato, en especial cerca de los desechos orgánicos o cuando algún ser viviente ha pasado a mejor vida. Pero al igual que en todos los nacimientos y las especies, siempre nace alguien que rompe el esquema, que se sale del molde. De esta situación tampoco están exentas las moscas bebés.

Uno de sus principales enemigos de las moscas son los humanos, exterminadores naturales dotados con un arsenal lleno de imaginación que incluye periódicos arrollados en forma de garrote, libros usados, trapos o cualquier objeto aplastante que se tenga en la mano. Inclusive fueron los inventores de un aniquilador instrumento que lleva por nombre “matamoscas”.

Un día nació una mosca que no quería ser como sus hermanas. Desde pequeña, desde muy pequeña se quejaba de lo difícil que era ver con sus 18 000 mil ojos e insistía en conseguirse un diseño de lentes capaces de acomodarle la visión hacia un solo objetivo, ya estaba harta de ver la misma imagen como si se tratara de un interminable cuarto de espejos que siempre repetían la misma imagen. Tampoco no soportaba carecer de párpados y esa costumbre natural de su especie de frotarse los ojos con las patas para mantenerlos limpios.

También era media fina en el comer y solamente le gustaban los platillos de esos que llaman gourmet. Dicho de otro modo era la única mosca del mundo que comía a la carta y en ocasiones se imaginaba a sí misma aprendiendo a comer con tenedor y cuchillo.

Sus extrañas costumbres la llevaron irremediablemente al callejón de las burlas y los comentarios negativos. A ella poco le importaba lo que decían sus hermanas, primas y parientes más lejanas, a la mosca que quería ser diferente le interesaba ser glamorosa, porque sabía que la vida es corta, más aún en el caso de las que llevan el apellido Díptero.

La esencia de su especie solamente se reflejaba en dos mandamientos que se impuso a sí misma: el primero; las personas se convierten en el enemigo público número uno cuando se vuela intensamente cerca de sus rostros. Esta molesta acción los activa como máquinas asesinas. Lo segundo; las moscas que vuelan por las mesas de los restaurantes de la clase alta terminan aplastadas con estilo o flotando en piscinas de sopas mortuorias.

La mosca de este cuento se hizo adulta y eso que solamente habían pasado tres días desde que nació. Terca como ninguna, continuó comiendo solo delicias y volando irremediablemente por los alrededores de una casa de una familia de clase alta. Ella descubrió que la basura es el mejor ejemplo del poder adquisitivo de la gente.

En la casa en que fue adoptada, -obviamente sin el consentimiento de sus inquilinos- la mosca comía como siempre soñó y por sus patas peludas nunca pasaba un mal olor de algo descompuesto, más bien verdaderos manjares. Llevaba cuatro días invictos... ningún humano la había perseguido o intentado adelantar la muerte de su corta vida. Es más, era la única mosca de una casa, en la que nunca se veían cucarachas, ratas o menos aún moscas desaseadas. Pero ella era única, más bien demasiado limpia.

La búsqueda de la inmortalidad y un mal consejo de una mosca que se coló por la ventana, atraída por un durazno a medio terminar dejado sobre el desayunador por el menor de los humanos de la familia. La intrusa le dijo: -“¿Por qué eres la única mosca en la casa?

-“No lo sé... Siempre he sido una mosca solitaria, distinta a las demás, en especial porque no me gustan las porquerías y aunque como alimentos sanos, mi salud no se ha deteriorado. Aunque he de confesar que le temo a la muerte natural” confesó el insecto volador.

El visitante era conocido por su astucia y por ser el más bromista de las moscas de la ciudad, famoso por sus mentiras, pero ante todo se caracterizaba por ser un embustero. Le ofreció una alternativa para la vida eterna: convertirse en una mosca radioactiva.

Sorprendida y viéndose mutuamente a los ojos contestó revoloteando sus alas: -¿Cómo cumplo mi sueño?. Volando a un milímetro de uno de los azulejos que adornaban las paredes de la cocina. Ambas estaban de cabeza gracias al poder ventoso de sus patas.

La embustera voló hacia el moderno microondas de la cocina y le explicó que las moscas se hacían “radioactivas” si se aguantaban durante treinta segundos dentro de uno de estos aparatos humanos. Los beneficios de ser radioactivo incluían vivir mucho tiempo y la capacidad de volar más rápido que ninguna. Añadió a su mentira que debía esperar silenciosa a que alguien calentara algo en esa caja de calores y abriera la puerta para colarse. Tenía que hacerlo sigilosamente.

La mosca mentirosa se fue pensando: “Por fin nos desharemos de esta inadaptada social”. Dibujó una sonrisa maliciosa en su trompuda boca (pues los insectos, cualquiera que sea también tienen la habilidad para reírse) y se fue volando por la ventana en la que entró, apostando que en pocos minutos una mosca achicharrada adornaría el piso de un microondas humano como un punto negro en una pared blanca recién pintada.

La trampa surtió efecto. Debía comprobar la teoría y valía la pena cualquier riesgo para lograr el objetivo, cargadito de energía radioactiva, pero ante todo de abundancia de vida, algo que para una mosca era todo un privilegio.

Esperó con paciencia a que la puerta fuera abierta por algún enemigo público. Luego de veintiséis minutos de espera y cerca de las cinco de la tarde, al mayor de los hermanos se le ocurrió calentar un trozo de lasaña. Lo sacó del refrigerador y lo introdujo en el horno. No tardó ni cuatro segundos abriendo y cerrando la puerta. La mosca esperaba adentro su destino. Se corría el riesgo de que calentara el pedazo de pasta más de medio minuto... algo que sería mortal. Pero el enemigo fue amigo por treinta mágicos segundos...

La mosca sintió que se le tostaban las alas, pero no dejó de volar adentro del microondas. Cerró sus múltiples ojos como quién pide un deseo. Por fin se abrió la puerta de la esperanza y la sugestión de la mente provocó efectos poderosos.

Ella voló tan rápido, tan rápido, tan rápido que rompió el Guinness Récord en la categoría de insectos voladores y registró velocidades superiores a los 6000 centímetros por hora. Parecía un cometa zumbador.

Recorrió la cocina en círculos, la sala, los dormitorios, trepó por las escaleras, bordeó la casa por afuera en tan solo 5 segundos. Volaba casi a la velocidad de la luz e increíblemente impulsado con el motor de la sugestión de sentirse radioactivo. Pero algo quedaba por comprobar: su inmortalidad.

Pensó en retar a un sapo gordinflón que había en el patio que se acercó a la casa por la humedad de las lluvias. Le pasó por su cabeza, tórax y abdomen enfrentarse a los humanos de la casa y volarles a alta velocidad por el rostro, enojarlos e inclusive quedarse inmóvil a propósito para resistir cualquier embate asesino. No le preocupaba, pues la radioactividad era sinónima de vida eterna, por lo que –según ella- era inmune a los golpes poderosos.

A eso de las 8 llegó el hermano del medio, el universitario, el que estudiaba zoología en la Universidad. Llegó con su novia para cenar. Ambos prepararían juntos una receta de tortellini.

Al verlos, la mosca se propuso hacerles la velada una pesadilla. Esperó que cocinara, prepararan la mesa, se sirvieran y se sentaran. Luego sería la más necia de todas, haría mucho ruido y se posaría en la nariz de ambos comensales. También volaría cerca de sus rostros con velocidad y en círculos para sembrar la semilla de la ira. Lo hizo y la semilla germinó-

De todas formas y como el cazador planea una estrategia para darle muerte a su presa, la pareja de novios luego de varios intentos planteó una estrategia: atraparían al necio bicho en una copa de vino, pero no solo eso, llenarían la mencionada copa con alcohol de noventa, luego la vaciarían para dejar el olor impregnado en el vidrio. Una vez caída en la trampa, marearían a la presa y “por si las moscas” le meterían a la copa una candela encendida de esas redondas que ponen en las iglesias para pedir un favor.

En un santiamén la pareja de novios asesinos consiguieron todo para capturar al enemigo. Aunque fallaron en los primeros dos intentos, finalmente lo lograron. Lo que nadie sabía, ni siquiera la mosca embustera, los novios, el durazno a medio comer, ni la misma zoología, era lo que pasaba finalmente al mezclar la ansiedad, la ira, la parafina, el alcohol de noventa, el fuego y una mosca inadaptada dorada treinta segundos al microondas.

La mosca en la copa explotó y dejó una huella dorada de su existencia. En realidad logró ser una mosca radioactiva y vivió un par de días más que el promedio de su familia.

Luego de la cena y la planificada muerte del insecto, ambos se reían del desenlace de la mosca mientras lavaban los platos sucios. Extrañamente, a la copa de la mancha dorada no se le quitaba el recuerdo de la mosca radioactiva, por más que la restregaban con jabón especial. Algo quedaba de vino en botella y decidieron usar las copas de nuevo, aunque una estuviera ligeramente sucia.

La novia sirvió un poco en la copa de mancha dorada y bebió un sorbo. Mientras le servía el poco líquido que quedaba le dio un beso a su amado como muestra de que eliminaban bien moscas como equipo.



De repente la novia perdió tamaño y forma: se redujo a una mosca por tomar vino donde no debía y se puso a volar en una casa que ya conocía. Él corrió con misma suerte pero a medias... solamente tenía cabeza de mosca y cuerpo de humano. El hombre con cabeza de mosca buscó a su novia insecto y mientras la buscaba, cerró la puerta de golpe y nunca volvió a saber de ella. Él quedó aplastado por las páginas de un libro de cuentos gigante que dobló la casa como un origami y desapareció a todos los protagonistas de esta historia. Antes de cerrarse para siempre, el gran libro dejo salir un sonido, un zumbido, quizás similar al de las moscas cuando vuelan por los aires, cuando escapan de los humanos. Sin embargo, para aquellos que tienen el oído afinado, aquel ruido sonó distinto... se parecía al sonido de una mosca casi radioactiva que escapaba a alta velocidad.

lunes, 15 de octubre de 2007

Argentina visita la cueva del monstruo...




Para muchos era una mañana cualquiera, pero resultó ser la mañana más fantástica para Pablito. A sus siete años recién cumplidos, toda su vida giraba en torno al fútbol. Sus motivos tenía, su papá era un saprissista empedernido y su mamá era una mujer que le agradaba ver fútbol los domingos y hasta sabía de estrategias del juego. Don Raúl González y Doña Maritza Arguello eran catalogados como los morados más fiebres de Barrio México.

Raúl ya rondaba los cuarenta y no le iba tan mal como dueño de una panadería. Maritza vendía ropa por catálogo gracias a su privilegiado poder de convencimiento, capaz de embarcar a cualquiera y era realmente habilidosa en crear manualidades, por lo que había decidido vender piñatas, confeccionadas por ella misma, aunque paradójicamente las que mejor le quedaban eran las del León de La Liga. Eran una familia de tres, unida y a todos los unía el buen humor, los dichos, las ganas de trabajar y el amor por el fútbol.

Pablito topó con suerte, pues más allá de su pasión también logró desarrollar la inteligencia para el balompié. En las mejengas de calle cerca de su casa siempre se enfrentaba sin complejos a mamulones que le doblaban la edad y por poquito le duplicaban el tamaño. Pero a él le importaba poco ser pequeño, porque sabía que los que portaban el "10" en la camiseta de los grandes equipos no eran altos.

El pequeño Pablo lograba tener la bola pegada al pie cada vez que jugaba y cuando hacía los goles luego de gambetar a más de tres siempre le revisaban las tenis los más grandes, todo para ver si no tenía un poco de goma loca adherida a las curvas de sus "sapritennis", el regalo de su séptimo cumpleaños que tanto agradeció.

Aquella mañana Pablito desayunó un huevo con yemita, jugo de naranja y pan con natilla. Sus padres en la mesa comentaban de los casi 12 goles que había fallado Alejandro Alpizar, él los observaba mientras comía parte de las famosas piñas de pan nacidas de las propias manos de su padre.

- "Es normal que sea malo a la hora de definir, pero doce oportunidades en un solo partido... Eso es imperdonable" decía a viva voz un resignado Don Raúl. Doña Maritza, le respondió con una mirada con sello de "que novedad" y presurosa terminaba de preparar la merienda de su futbolista en potencia. La noticia principal de la sección de Deportes mencionaba la posibilidad de un fogueo de la Selección Nacional de Fútbol versus la Selección de Argentina en el Estadio Ricardo Saprissa.

Cuando Raúl leyó aquello, el desayuno se le atragantó y el poco de jugo que le quedaba en el vaso fue succionado como un improvisado mecanismo de supervivencia. Inmediatamente le compartió la noticia a su hijo, quién como por efecto de magia quedó como aletargado por unos minutos por lo que su mente empezó a divagar. Sus razones tenía el pequeño, porque más allá de Porritas, El Puppy, El Paté o La Bala, sus verdaderos ídolos eran Leonel Messi, Juan Román Riquelme y Carlitos Tévez.

- ¿Se imagina ver a la Sele contra Argentina en la cueva del monstruo ? En serio mi tata, lea, mejor lea bien, no me de un alegrónde burro, dijo el entusiasmado joven, quién inevitablemente empezó a soñar despierto acerca del encuentro.

En silencio empezó a pensar y literalmente se fue a otro mundo, esférico, parecido a un balón de fútbol... -¿Cómo sería si yo fuera el delantero estrella de ese partido?... ¿Cómo lo narrarían en la televisión o en la radio? ¿Qué se sentiría meterle un gol al Pato Abbondanzieri?

"Y vaaaaaaaaaaaaaaaaaamos al fútbol amigos televidentes. Quizás esto parece un sueño. Para mí y para muchos aficionados. Es que parece increíble pensar que en treinta segundos entrará a la cancha una de las selecciones más importantes del planeta para foguear a La Sele. Este es el mejor de los partidos, más aún porque Argentina, la dos veces campeona del mundo se vino con todo, con todo su cuadro titular, el mismo equipo que está a punto de clasificarse al mundial en la eliminatoria Sudamericana.

La llegada de Argentina se logró gracias a la estrecha amistad entre "el Coco Basile" y el presidente de la República Oscar Arias. Ellos conversaron en una cena al respecto como en frecuencia de broma y poco a poco las situaciones se dieron, los espacios en la agenda coincidieron y quedó un espacio libre en fecha FIFA antes del partido oficial entre los chés y los venezolanos...

Al revisar la alineación ya uno se empieza a asustar, por lo que esperamos que La Sele de los ticos en serio de alma, vida y corazón sobre la gramilla sintética del Saprissa. El estadio está a reventar, las entradas oscilaron entre los 15 colones, gradería de sol y 60 mil colones los palcos. Y lo más increíble de todo: Las entradas se agotaron el primer día que salieron a la venta. Pero para que esperar más en esta noche despejada y mágica, aquí vamos con las alineaciones.

Argentina sale a la cancha con El Pato Abbondanzieri en el resguardo de los tres tubos; Javier Zanneti, Martín Demichetis, Gabriel Milito y Gabriel Heinze en la línea de defensa. El medio campo, -que por cierto es de lujo- está integrado por el Maxi Rodríguez, Javier Mascherano, Esteban Cambiaso y Juan Román Riquelme. En la delantera el Leonel Messi y Carlos Tévez... No dejó nada Argentina, se trajo todo. Me pregunto como se sentirá Messi jugando en el Saprissa, luego de jugar en el Nou Camp o en otros grandes escenarios. Bueno... ojalá nos muestre algo de su talento aquí en Tibás.

Y ahora vamos con la alineación de los ticos, de La Sele, una oncena que hoy viste con su uniforme tradicional: camiseta roja, pantaloneta azul y medias rojas. El entrenador Hernán Medford de una vez por todas juntó a la llamada "Selección del Pueblo" con la que ha logrado ponerse en primer lugar en la primera fase de la eliminatoria y destaca la novedad de un joven goleador del Saprissa, Pablito González, toda una incógnita en materia de Selección Mayor. Y así saltan a la cancha los ticos.... En la portería, José Francisco Porras, en la defensa el recuperado Gilberto Martínez, Michael Umaña y Gabriel Badilla, Michael Barrantes y Douglas Sequeira en la contención. Como carrileros Pablo Chinchilla y Harold Wallace. Como armadores Paté Centeno y Alonso Solís. En el ataque Alvaro Saborío y el debutante Pablito González.

Luego de los himnos y una ovasión enorme en el estadio.todo esta listo, el marco es esplendoroso y el pitazo inicial marca el inicio y ahora sí... vaaaaaaaaaaaaaaaaaamos al fútbol con mi país completo cumpliendo un sueño...

A eso del minuto 34 ambas selecciones lucen parejas, Messi ha pegado dos remates en el tubo y Porritas le sacó "una a bocaejarro" a Riquelme. La Sele aguanta los embates de una Argentina que es superior en todas sus líneas y me recuerda aquel partido histórico entre el River Plate y La Liga que terminó cero a cero en el Estadio Alejandro Morera Soto. Ojalá aquí en el Saprissa el marcador sin goles se haga grande para sacar un resultado decoroso.

Pablito González ha mostrado su talento pero la marca de Milito lo tiene ahogado al joven de Barrio México. Minuto treinta y cindo y saca Porritas... Mueve el balón Badilla, hace la pausa, lleva el balón, la rota en el medio para Barrantes. El contensión levanta la cabeza y vuelve a ver como Wallace le gana la espalda a los defensores argentinos. Es una ataque tico de los mejores. Vamos Wallace, corre corre, dribla a uno, dos, centra... Se eleva Saborío, pone de cabeza a Pablito, Pablito, se eleva por los aires, en una pirueta excepcional, remataaaaaa, el Pato Abbondanzieri vuela, vuela y el balón hace una curva y...

- Pablito, Pablito, despierta... póngale, póngale que ya tiene que ir a la escuela, termínese rápido el huevo con yemita y es más si se porta bien en estos días agarramos prestada la platilla de las ganancias y vamos con su mama a ver La Sele contra Argentina... Luego de despertar de su sueño, Pablito pasó con cara de enchompipado todo el día, porque por culpa de su tata, nunca podrá saber si en su debút con la tricolor, le pudo anotar al portero de la albiceleste.
Un poco confundido de lo que era o no era real, se apresuró a la escuela con su cronómetro personal en cuenta regresiva activado para ver con sus propios ojos esa contienda entre ticos y argentinos, algo que parecía un cuento desde cualquier ángulo que se mirara más aún con una Federación de Fútbol que es puro cuento... No le quedaba más que seguir estudiando, seguir mejengueando, mejorar a diario para entrar a la escuela de fútbol de Saprissa y portarse bien para ver el fogueo de sus sueños, en los que deseaba cantar al menos un gooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooool en favor de Costa Rica, algo que también parecía otro sueño.

martes, 9 de octubre de 2007

La búsqueda de tus ojos...






Un día de tantos, Él decidió dejarse enmudecer con una causa justa: encontrar los ojos de la mujer a la que le daría su amor con la pureza verdadera que viene del alma. No volvería a hablar de nuevo, hasta que por sus ojos se cruzara como la mejor de las coincidencias, unos ojos que fueran capaces de dejarlo inmóvil y que le permitieran con su brillo ver la eternidad cada vez que los tuviera de frente.

Para cumplir con su sueño, se puso la tarea de lanzarse al mundo a observar miradas y encontró un universo de formas de ver que le parecieron interesantes y profundas. Si bien a lo largo de su vida se topó con ojos hermosos de compañeras, amigas e inclusive una que otra transeúnte logró detenerlo en medio de la multitud, solamente por el destello de miradas pícaras insuficientes.

Su búsqueda iba más allá de si fueran achinados, rasgaditos, grandes, intensos, melancólicos o sutiles, se trataba más bien de un asunto con un cometido que marcaría la historia de su vida. La dueña se los ojos que buscaba sería la dueña de su corazón. También le importaba poco que fueran verdes, azules, negros o grises, del color de la miel o alguna otra variedad que se da cuando la luz del sol es más intenso. Lo que quería era un par que fuese capaz de provocarle un terremoto al interior de las bases de su cuerpo, que lo desarticulara de emociones y que lo hiciera pedirle réplicas constantes para que a cada rato lo estremecieran de nuevo.

Con la misión a cuestas, decidió deambular por la ciudad en silencio durante los días que fueran necesarios. Caminó por los parques en las horas más llenas de gente y observó con recato a las damas de su edad, alguna le resultó atractiva pero ninguna le provocó la conexión necesaria para que dejara su silencio y le dijera las palabras que guardaba para su princesa.

También se fue en la horas de almuerzo a algunos lugares siempre llenos, pero de corazones solitarios y escaneó algunas miradas, pero nada, nada de nada... y en medio de la búsqueda de su sueño realizó una pausa para visualizarlos. Para nutrirse de ideas ojeó revistas, vio mucha televisión y ejercitó su pulgar en el cambio de canales y hasta navegó por Internet.

Llegó a la conclusión de que le gustaría que la mujer de sus sueños tuviera ojos grandes, expresivos, con unas pestañas que tocaran el cielo con expresión de una risa. Además no le interesaba que fueran azules o verdes, más bien que cambiaran con la luz, fueran inolvidables y que cada vez que los observara se detuviera el tiempo porque su esplendor merecía ponerle pausa a cualquier momento.

Una promesa estaba clara: si lograba encontrarlos, como siempre lo pidió en por las noches en sus oraciones, se convertiría en su guardián, pues temía que cuando su dueña los cerrara para dormir, algún bribón podría tentarse a robárselos.

Pedía además el ausente de voz, encontrar un brillo de cariño, chispitas de picardía, así como una pizca de sensualidad y, no perdía las esperanzas. No importaba en lo más mínimo si tenía que esperar casi tres décadas para encontrarla, la espera valdría la pena...

Y un día cuando menos lo esperaba esos ojos entraron por la puerta de una oficina y alguien le dijo cómo se llamaba la dueña, con siete letras en su nombre, cuatro letras en su primer apellido y ocho en su segundo. Ella fue bendecida con los ojos más bellos que jamás logró ver, capaces de paralizarlo, de dejarlo sin habla.

Tanto le gustaron, que decidió pocas horas después conversar con ella y verla fijamente, para registrar su mirada en la memoria fotográfica de la eternidad, solo con el propósito de que cada vez que no la pudiera tener frente a frente, con solo cerrar los ojos, los suyos le iluminaran siempre, en todo momento; aún en la oscuridad, como lo hace un amanecer de dos soles en la mitad de febrero, el mes en que por primera vez le dio un beso.

Posteriormente tuvo el privilegio de ver la reacción de aquellos ojos en la vivencia de muchas cosas únicas: después de confesarle que se estaba enamorando, un segundo después de dedicarle una canción, cuando se vieron luego de que Ella se atrevió a enmarcar la belleza de sus ojos en un antifaz negro e inclusive cuando siendo tan bella, también le concedió alguna carcajada y dibujó felicidad... desde sus pestañas hasta lo más recóndito de sus pupilas con sabor a miel que cambian de tamaño, dilatando ilusiones.

Una vez que los ojos de Él se cruzaron con los de Ella, Él decidió siempre tenerlos cerca, incluso desea observarlos en momentos clave de su vida, en lo que vienen, en la visualización del mañana. Complementado se siente el protagonista, cuando lo lee con los ojos o la entiende con tan solo ponerle atención a su mirada, pues se trata del desarrollo de un lenguaje de dos, en los que se excluyen todos los demás. Al encontrar los ojos con los qué soñó desde siempre, decidió por fin dejar el silencio, era tiempo de hablar, de decir, de proponer y luego de pensar las primeras palabras que iba a decir, tomó aire, respiró, por supuesto, la vio a los ojos y dijo: “vale la pena desde el primer instante en que vi ese brillo tan único de tus ojos pues es capaz de reflejar la belleza de tu alma”.

lunes, 8 de octubre de 2007

Telarañas en la cabeza...





Luego de muchas decepciones, el intrépido Hombre Araña decidió abandonar el país de las barras y las estrellas. Muchas fueron las razones de su decisión, pero entre las más extrañas fue que sinceramente no estaba muy de acuerdo con las adaptaciones cinematográficas dedicadas a su vida que lo mostraban superfluo, vulnerable a los amoríos y agresor de mujeres.

También desde hace tiempo logró gracias a una serie de terapias sicológicas manejar el asunto de la doble personalidad, por lo que decidió de una vez por todas y luego de consultarlo con la almohada de abandonar a Peter Parker, la fotografía, la ciencia y los medios amarillistas para ser finalmente Spiderman las 24 horas del día. El solamente quería ser un paladín de la justicia en medio de un mundo cada vez más globalizado y convulso.

Una de las razones paralelas, de su cambio y quizás la que más pesó fue que su amada Mary Jane se cansó de dormir en camas de telaraña que le resultaban realmente incómodas tanto en momentos en que tejían noches románticas y cuando el superhéroe con sus ronquidos atraía a todas las arañas de New York, inclusive a alguna que otra tarántula o enormes viudas negras, porque en algo si hay que estar claro, "La Gran Manzana" es una ciudad cosmopolita hasta para los arácnidos.

Esta situación la terminó de espantar, unida al ausentismo permanente de Peter, quién tenía una agenda cargada en la que pasaba salvando vidas, atrapando asesinos, combatiendo con cuanto villano o alien aparecía. Pero la última de las arañas que se desbordó por el vaso de la paciencia eran las noches de poker con su amigos justicieros, ocurridas por lo general pasadas las diez de la noche todos los viernes. Mary Jane pensó: ¿ Será que está tejiendo otra telaraña por otros rumbos con alguna de sus fans ? Ante la duda decidió hacer maletas y se fue a buscar suerte a Hollywood como actriz. Un sábado en la mañana, Parker leyó la nota del adiós en la que decía: "Me harté de tantas telarañas en mi cabeza y es hora de buscar nuevos horizontes". Y fue así como se fue su esposa...

Al saber de su soledad inesperada Spiderman no le quedó más que olvidarse del Peter Parker y encerrarlo como un recuerdo, además de había dado cuenta que la Wonder Woman andaba nuevamente disponible. Ella era la amiga con la que jugaba poker las noches de los viernes y cada vez que perdía una de las manos del juego, le pedía que se diera una vueltita más de la cuenta. Pero luego de la partida de su amada Spiderman se llenó de confusiones y no quería ( a pesar de la innegable belleza de la maravillosa mujer ) vivir una aventura con nadie, menos un romance luego de lo ocurrido en días recientes. La maravillosa mujer que ante todo era su amiga y a pasar de sentirse atraída por su compañero de aventuras, mejor le puso un freno y le dijo que si estaba enrredado aún en sus sentimientos mejor se diera unas vacaciones, en especial porque su zona de relajación había sido destruída hace algunos años.

Uno de los secretos mejor guardados del "trepa muros" era que sus reflexiones con su "yo interno" las solía realizar con una telaraña especial que daba masajes de relajación que había construído en medio de las derrumbadas Torres Gemelas. Luego de aquel 11 de septiembre oscuro, nunca Spidey había necesitado de unas vacaciones de despeje en especial porque "El Duende Verde", "Los presidentes gringos de turno", "Los terroristas", "Los Narcos", "Venom", "Octupus" y "El Hombre de Arena", así como la revisión de los guiones de sus películas lo habían tenido realmente ocupado. Tanto que se aisló de su recordada modelo y actriz, su musa hasta llegar al punto de perderla.

Un poco contrariado no le quedó de otra que darse una vuelta y columpiarse entre rascacielo y rascacielo, mientras pensaba ensimismado en una alternativa para despejarse y pensar en su futuro. Luego de tanto balancearse, decidió posarse en la gran pantalla luminosa del Time Square y ya cansado escuchó la voz de Mary Jane y del susto se vino de picada al suelo a alta velocidad y a eso de cuarenta centímetros del impacto logró producir una especie de trampolín de soporte a su cáída. Al caer, le quedó la gigantezca pantalla de frente y no soportó más cuando vio que su esposa fugitiva, ya le estaba viendo en Hollywood porque por esos azares del destino el cineasta Woody Allen estaba filmando la película "La araña que yo amé" y ella quedó perfecta para el papel, casi tan ergonómico como el moderno traje que ahora usaba el hombre de las arañas relamente ajustado al cuerpo.

Luego de ver el promocional del película de estreno, inmediatamente después, Spiderman que estaba como ubicado en el mejor de los palcos de tela de araña, logró ver un anuncio de la campaña "Costa Rica, sin ingredientes artificiales" que promocionaba el Gobierno de Oscar Arias, un efecto secundario de un tratado de libre comercio en el que el turismo se vio beneficiado.

Spiderman pensó en darse unas vacaciones en suelo tico y harto de todo, le pidió un último favor a su wonder amiga "con derechos": que lo llevara a Costa Rica, el paraísco ansiado para su despeje mental. Ella aceptó, pero con la única condición de que no la volviera a buscar más como más que una amiga. La araña aceptó y voló junto a Wonder Woman en su jet privado y obviamente invisible, por dicha porque el quería llegar de incógnito a este país Centroamericano, pues por ahí le contaron que a los periodistas ticos les gustaba andar cazando estrellas del mundo de la farándula y el espectáculo.

El vuelo se realizó de noche y la salvada es que el jet era de esos supersónicos por lo que de New York a Costa Rica sin escalas, la bella y la araña duraron solamente treinta y cuatro minutos. Ya cerca del espacio aéreo tico, Wonder Woman le preguntó como la más experta en vuelos y super erudita en asuntos de aereopuertos: "Spidey, ¿a dónde quiere que lo deje, en el Daniel Oduber o en el Juan Santamaría?

El superhéroe, -quién por cierto llevaba como mes y medio con el mismo traje puesto y sudado debido al abandono de su otra personalidad- la volvió a ver y le dijo: "yo que sé que me recomiendas, ¿tú conoces?". Ella conocía porque en más de una ocasión ya había visitado suelo tico por pura curiosidad.

- "Depende... Si quieres ir al Four Seasons y disfrutar de la playa aterrizamos en Guanacaste, que cada vez parece más tico, de lo contrario podemos ir al Juan Santamaría que queda más cerca de la capital y buscar los cómodos paquetes turísticos de aventuras extremas".

Luego de una reflexión de segundos, prefirió que lo dejaran en Alajuela y por suerte llegó la noche del 31 de octubre, por lo que lo que no tuvo muchos problemas en los filtros de control, pues pasó realmente desapercibido en medio de un tanate de Supermans, Aliens, Dráculas, Diablos y otros personajes propios de "La Noche de Brujas". Inclusive un grupo de mascarada con cimarrona incluída se le ocurrió oportunamente distraer a todo el personal de Alterra con su pegajosa música de "farafachínfarafachínfarafachínchinchinchinchinchinchin". Se despidió de "la maravillosa" con un abrazo y un beso compartido entre el cachete y la boca, luego acordaron que se llamarían por celular cuando se le desenrredaran las telarañas de su cabeza.

Spiderman ya estaba completamente aislado de su realidad anterior y sabía de su pésimo español, pero confiaba en sus superpoderes y ante todo en su sentido arácnido, que le servía para ubicarse en cualquier parte del mundo o para prevenir cuando el peligro acechaba a cualquier ser humano. Cerró los ojos y percibió mucha delincuencia, asaltos con cuchillas y otros delitos, especialmente en una ciudad pequeña y relativamente cercana que se llamaba San José.

Intrépido como siempre se trepó con notoria sigilosidad a la Torre de Control del Juan Santamaría y con la postura de siempre, estiró la mano, flexionó la muñeca y se dio cuenta que no tenía edificios para columpiarse como frecuentemente lo hacía en la ciudad de los rascacielos. Lo más parecido que le indicaba su sentido de orientación especial era una torre de esas que se ocupan para los celulares. Ya cansado de estar varios minutos sobre torre y despúes de debatir a punta de señas con un par de policletos, no le quedó más pedir un taxi y dirigirse al edificio más alto de San José, todo con el objetivo de pasar "la noche de brujas" más confusa de su vida.

Nunca andaba billetera, menos aún efectivo pero en esta ocasión vacacional hizo algunas excepciones. Ya en la salida del aereopuerto, estiró la mano y sin querer dejó atrapado a un turista ecuatoriano en una telaraña temporal, cuando en lo que en realidad quería era parar un taxi amarillo o rojo y decir con todo y diccionario en mano: "Favoor llevar al edificio más graaande de San José, please".

La misión estaba cumplida y el taxista del taxi rojo le cobró casi cien dólares para dejarlo en una de las esquinas del Banco Nacional, la ubicada por el lado del correo y el edificio del Banco Central. Spiderman presuroso realizó un par de ejercicios de calentamiento, pues llevaba buen tiempo de no viajar en taxi y tan veloz como siempre no tardó ni 17 segundos trepando al estilo de las arañas perseguidas, los pisos de uno de los edificios más altos de San José. Una vez ubicado en el heliopuerto, se produjo a sí mismo un igloo como de manila para pasar la noche.

Sentado en el filo de la circunferencia del heliopuerto confirmó que en materia de edificios altos Costa Rica estaba realmente subdesarrollado, pues lo más alto y significativamente alejado del concepto de la palabra rascacielo lo conformaban un puñado de edificios que se contaban con una mano: El Aurola Holyday Inn, El Tribunal Supremo de Elecciones y ya más lejos... La Contaloría General de la Republica. ¿ Cómo podría un trepamuros de profesión trabajar en un país como Costa Rica?

La pregunta se la hacía Spiderman a eso de las tres de la mañana de aquella insólita noche, pues entre sus grandes defectos sobresalía que era un crónico adicto al trabajo que no sabía descansar, ni siquiera en vacaciones. Intentó lanzar sus "cuerdas arácnidas" en un disparo certero desde la azotea del banco hasta La Sabana, toda la noche y tantas veces los intentó que literalmente se le acabó la cuerda.

Se quedó durmiendo en el igloo un rato y decidió que lo mejor era separarse de sus poderes y deambular por San José. Un par de robos de billeteras que interumpió, la prevensión de un inminente choque en la Avenida Segunda, la entrevista de un reportero de Informe Once que hacía un sondeo de los disfraces más reales de Halloween a la que se opuso responder, unido a las vitrinas de la Universal con los últimos juguetes de temporada que se relacionaban con su película Spiderman 3 lo terminaron de distraer.

Aquella noche no pudo dormir y una vez que amaneció el primero de noviembre, se salió de su igloo ubicado en las alturas del mentado banco para estirarse, hacer su rutina de ejercicios y ver si había algún crimen que resolver en los barrios circunvecinos de la capital tica. Pero no habían pasado ni tres minutos, cuando toda la seguridad del banco se encontraba rodeandolo y decenas de periodistas esperaban en el primer piso del edificio. Todos pensaban que era un loco que tras los efectos del alcohol y de una loca noche de disfraces se había tomado el papel del Hombre Araña demasiado a pecho. Inclusive a un periodista de Telenoticias se le ocurrió la idea vestirse de Mr. Increíble para trasmitir "en vivo" la exclusiva desde el helicóptero de Teletica.

Con el helicóptero revoloteando sobre su cabeza, el justiciero decidió no hablar y mantener su estado de "incógnito vacacionista". La voladora móvil aterrizó frente a un superhéroe inmóvil, quién lo único que quería era vacacionar, disfrutar del canopy, de la observación de quetzales, de los museos, de "los rápidos" o la visita a los volcanes, al igual que cualquier otro turista promedio.

Él se había prometido abandonar el traje y no usar sus súper poderes los primeros quince días de noviembre y luego volver a New York para seguir adelante. El periodista vestido ridículamente de super héroe (ambos vestían de rojo por cierto) le preguntó al mejor estilo de una ráfaga de fuego de una Ak47 las siguientes preguntas: ¿es usted el verdadero Spiderman? ¿Cómo logró construir un igloo de telarañas? ¿ a qué se debe que llegara a Costa Rica la noche de Halloween? ¿ Realiza una promoción especial de la cuarta entrega se la serie de películas? La cámara registraba todo y se lo trasmitía a todo el país...

Peter Parker dentro de su traje respondió: "Me no entender español... Could you speak more slowly please? El periodista no hablaba inglés muy fluído y decidió huir del lugar tan rápido como llegó y el supuesto impostor fue esposado y lo llevaron directito a la cárcel de San Sebastián, ya que decidió no oponer resistencia alguna. A media mañana y luego del burumbum causado, pidió como pudo el derecho a un llamada.

El oficial de turno le indicó que usara el teléfono usual para esos menesteres, pero él no perdió tiempo y usó el celular invisible que le había dejado la dueña del avión por aquello de cualquier emergencia. Una vez realizada la llamada y luego de una poco agradable estadía en tiquicia, en menos de una hora ya estaba tejiendo su tela de araña nueva en uno de los rascacielos recien estrenados de New York. Pero el intrépido personaje no aguantó la curiosidad, tomó su laptop y puso en su buscador en Google "newspapers of Costa Rica" para ver los titulares de las noticias de las que había sido protagonistas.

Siempre con diccionario en mano y cagado de la risa leyó: "Loco vestido de Hombre Araña en la azotea del Banco Nacional" ( Al Día ), "El Hombre Araña visitó el Banco Nacional" ( La Nación ), "Arácnido tras las rejas" (Diario Extra), "Enfermo mental tejío su telaraña" (La Prensa Libre) "Banco Nacional abre cuentas hasta a superhéroes" (El Financiero) y Gobierno realiza estudio para construir más edificios altos en San José ( La República ).

Spiderman continuó distraido con sus labores, decidió estar soltero por un tiempo, jugar poker más veces por semana, ir al cine a ver la nueva película de Woody Allen pero sin el traje, aprendió a pilotear aviones invisibles y decidió -apenas pueda - tomarse unas merecidas vacaciones, sin vestuarios heróicos y separado completamente del trabajo. Bueno... siempre y cuando se lo permitiera su apretada agenda, pues dicen que "los justicieros nunca descansan" ni siquiera en las vacaciones o cuando intentan desenrredar las telarañas de su cabeza...

martes, 2 de octubre de 2007

Cuando Armando se decidió por el NO...

En medio de Chepe centro se encontraba Armando Arrieta caminando como siempre por las mañana, cerquita de la esquina del antiguo cine Palace. Sobre su espalda pesaba el mes de octubre y cada día en que no conseguía brete, el peso de las responsabilidades se incrementaba a tal punto que se sentía como aquel Atlas ( pero no el mismo de la refri que tenía en su casa en Barrio Cuba ) que le tenía la maña de cargar con el mundo a cuestas.

Armandillo era el típico pulseador, era de aquellos que no se daban por vencidos a pesar de las circunstancias. Siempre fue un destacado estudiante desde el prekinder y su vocación de ser el primero de la clase le permitió lograr una beca para estudiar la carrera de sociología en la Universidad de Costa Rica. Exactamente a la mitad de la carrera y con veintidos años cumplidos el becado Arrieta empezó a darse cuenta que en el mundo globalizado de la aldea tica los sociólogos no se hacían millonarios, pero ya era demasiado tarde para empezar a estudiar otra cosa.

Siempre desde pequeño le vendieron la idea que la buena educación sería su herramienta para surgir, dejar el barrio cubano y abrirse brecha con el machete afilado del título. Pero en medio de lo que le decían le tocó vivir en una nueva Costa Rica de cambios, en la que aquella aldea se llenó de malls, de multicines, de amigos con ipods cargados de mp3 y de gente que tiene televisión por cable aunque no tenga con que pagar la luz. La misma tierra tica en la que pegó el reggaeton ( o como diantres se escriba), escogieron de nuevo a aquel presidente que en los ochenta se oponía al presidente gringo Reagan, el mismo que ahora revolotea sus orejas de alegría cuando le hablan del TLC.

El aprendiz de sociólogo cada vez entiendía menos a la sociedad tica, tampoco entendía a profundidad el asunto del bendito tratado comercial con los gringos y menos aún porque algunos compañeros de la generación por hablar un toquecillo de inglés ganaban casi mil dólares en uno de los call center el Mall San Pedro, paradójicamente ubicado no muy lejos de la Facultad de Ciencias Sociales. También le daba un toque de cólera que a los pies del Mall más viejo marchó con más de tres mil de estudiantes como él en una de las manifestaciones en contra del tratado comercial con el país de las barras y las estrellas.

Mientras pensaba en si decidirse por el Sí o por el No decidió sentarse en uno de los pollos del Parque Central y le dieron ganas de que le lustraran los zapatos. Pensó en tenerlos brillantes para que lo viera su novia Marcela, con quién se quedó de ver al mediodía para comerse algo en el Food Mall del desaparecido Cine Palace. Las alternativas eran importadas de las franquicias que producen pollo, hamburguesas o pizza, pero todas preparadas con manos costarricenses. El contenido de su bolsillo apenas le alcanzaba para la limpiar los zapatillos, un par de combos a lo grande y los pases para dejar a la chica en su casa en Curri.

Un amable señor canoso lo sentó en una silla un poco alta, pero que le resultó anatómicamente cómoda a Armandillo, quién aparte de alto, tenía dotes de buen conversador, algo que sin planearlo le resultó una de las mejores armas de ligue, sumado a que sabía escucharlas, ya que era el hijo único y creció junto a su tía, su mamá y su abuelita.

"Yo me llamo Roberto Quirós y trabajo aquí de limpiabotas frente a la Catedral desde hace 45 años. Y es raro ver a un muchachillo como usted por estos rumbos y pidiendole los servicios a uno" le dijo. El joven esperó que terminara y le contestó: "decidí darme el día libre para pensar en mi futuro, en que ocupo un trabajillo de medio tiempo, en si voto en favor del bendito TLC y de paso me quedé de ver con mi novia para inspirarme. Sabe don, uno como joven tiene que pensar en esas cosas, porque esto del referendo del domingo es clave para el futuro de nuestro país" externó lleno de pasión el sociólogo.

Don Robert le vio fijamente a los ojos, le dio un par de consejos y le lustró tanto el cerebro como el calzado. Le habló de cómo Costa Rica ya no era la misma, que la gente se preocupaba más en por muchas cosas de la modernidad y que confundían el concepto de desarrollo con tener, aparentar o comprar. También le comentó un poco molesto como Guanacaste parece un estado libre asociado de gringolandia, de cómo Oscar Arias y el hermanillo eran realmente angurrientos y no guardó palabra para mostrar una total oposición a un tratado que se negoció camufladamente.

Luego de oírlo, le pagó como dos tejas de más y se fue a la esquina para esperar el rojo del semáforo. Mientras esperaba vio el edificio del Melico Salazar, la Catedral y por allá a lo lejor el Teatro Nacional. Apreció a la fila de taxistas de rojo que todos como una conjunción de planetas leían Diario Extra mientras aparecía un cliente a cinco minutos del mediodía.

Mientras cruzaba en la esquina y en un lapso de menos de treinta segundos pensó en algo que tiñó de con un NO del tamaño del edificio del Banco Nacional, La Contraloría, el Empire State y de las Dos Torres Gemelas unidas una sobre otra: "La verdad es que huele a pura caca que Arias esté gastando tanta energía en el tratado, que se dé en medio de un crecimiento tan agringado de Costa Rica de los últimos años. Además que raro que en México después del tratado más bien pusieran un muro. También que extraño cuando se habla de apertura, de nuevos empleos o de muchas cosas de "desarrollo" cuando en el fondo lo que va a pasar es que la gente de la clase media tica de le caiga el puente de hamaca en el que camina y cuando caigan no les quedará más remedio de ver para arriba en medio de los altos edificios que posiblemente construyan".

Al cruzar la zona de paso del otro lado encontró a Marcela, quién lo recibió con un abrazo, le dijo que lo amaba y le manifestó el hambre que tenía. Al ver el Food Mall de frente y pensar tantas cosas en un cruce de calle, prefirió decirle a Marce que cambiaran la rutina y se fueran a Churrería Manolos a comerse un casado...

En silencio, mientras la escuchaba y observaba sus ojos grandes que le brillaban como prueba tangible de que lo correspondía, Armando pensó que ojalá fuera domingo para votar por el NO, pero que ojalá en la noche cuando viera las noticias, en la tele la mayoría de los ticos no le salieran "con un domingo siete" que vendiera de una vez por todas a una patria que aún sin TLC cada vez está mas agringada y consumista, pero que en el fondo aún guarda mucho de sus esencia multicultural. ¿Serán suficientes las miles de equis del NO para vencer a los nuevos filibusteros de discursos enrredados, corbatas, cuellos blancos y que estudiaron economía o ciencias políticas en alguna Universidad de Estados Unidos?

Armando sin duda leerá ansioso el periódico, el lunes 8 de octubre, tempranito en la mañana, quizás el titular de La Nación le cambie el rumbo a su destino, al de Marcela o a la del viejillo que lustró sus zapatos frente a La Catedral o al de 4 millones de ticos de una Costa Rica fragmentada en dos polos de opinión.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

60 Horas en Guate...

Luego de varios meses de peloteo, a mi mejor amigo y a mí se nos metió el agua de irnos a Guatemala. Al parecer y como pintaba el asunto, parecía que nos volveríamos "pura paja" pero sinceramente la histórica reunión de la banda zaragoceña (ni idea si se escribe así) Héroes del Silencio nos hizo viajar algunos cientos de kilómetros desde Chepe, específicamente desde Hatillo Town hasta el Estadio del Ejército en plena ciudad de Guatemala.



Aunque el ride sonaba aventurezco no nos importó mucho las distancias y una vez armadas las maletas, emprendimos el viaje hacia tierras chapinas. Sin duda valía la pena y la época para viajar al hermano país resultaba interesante por varias razones. La primera, la que nos movió el espíritu rockero fue la reunión luego de un poco más de diez años de Enrique Bumbury y sus compañeros; la segunda, sin duda era vivir la experiencia de estar en Guate en medio de unas recientes elecciones que se fueron a segunda ronda, unos fulanos Otto Pérez Molina y Álvaro Colom que distan un poco del promedio de guatemaltecos que contradictoriamente terminaron no apoyando a La Menchú.



Ya como tercera razón, -al menos en mi caso-, me pareció curioso ver por primera vez en mi vida la celebración de la independencia de España en una patria que no era la mía. De rebote y gracias a que el paquete que escogió mi amigo Cristhian Mariano también pude visitar la ciudad de Antigua Guatemala y fue sin duda alguna como viajar en el tiempo casi medio milenio hacia atrás, en las épocas de la Capitanía General de Guatemala a la que pertenecíamos los ticos.



Ya con las razones claras y conociendo a un aterro de coterráneos desde la salida del áeropuerto, quienes iban con el mismo fin de cantar hasta romperse las gargantas, canciones emblema de la banda española que se atrevió a unirse el día de la independencia en Guatemala. ¡Un tanto raro para mí entender, pero interesante al mismo tiempo!



Pero como el más fiebre de los periodistas en lugar de solamente irme a pasear, me puse a cargar con todo gusto el maletín de la responsabilidad -que para mí en realidad no lo era- de escribir una crónica para La Nación del acontecimiento que secundaba la primera de mis razones.



Y aunque cuando cantaron "La Chispa Adecuada", "Entre dos tierras", "Iberia Sumergida" o "La Herida", viví la primera de las razones del viaje como el ser más irracional y fanático, pues oír a Bunbury matizado cantando con su aún no desgastada y ronqueta voz "todooooooooooooo ardeeeeee si le apliiiiicas la chispaaaaa adecuada" fue realmente un instante de escalofrío corporal, pues muchas cosas pasaron por mi cabeza, desde las veces que la cantaba con mis compas del cole, hasta como extrañé tanto a la mujer que amo que dejé en Costa Rica, esa que es capaz de que encienda cualquiera de mis chispas internas.



Como periodista lo disfruté porque estuve a centímetros de la tarima en las primera tres canciones, conocí a varios colegas centroaméricanos, entré por la puerta de atrás, conversé con los organizadores, dialogué con un periodista que se da el lujo de participar de todos los conciertos de la gira para escribir una memoria de lo que pase con todo pago, ¿muy feo?. También fue emocionate entrevistar a algunos de los setecientos ticos que se vinieron como pudieron para el concierto. El mar de gente llegó a 25 mil almas.



Ya fuera del concierto y sus bemoles de exitoso sonar en los casi todo fue casi perfecto en materia de producción ( tarima, sonido, pirotecnia, sorpresas y mil cosas más), no puedo negar que para mis ojos fue distinto estar en Guatemala en tiempos de independencia. Un ejemplo que me parecío rescatable fue cómo la noche del 14 de septiembre grupos de personas y realmente muchos grupos de personas, corrían cerca de las plazas y monumentos de la Zona 10 con antorchas encendidas. Si bien se simbolizaba el fuego de la independencia -al menos eso me imagino- a mí me resultó raro porque mis referentes de patriotismo del 15 de septiembre no pasaban de cuando le quemaba los faroles a mis compañerillos de las escuela o cuando defilé con la banda del cole. Lo que me sorprendió es como lo disfrutaron.



Luego de andar y observar me cuenta lo bulliciosos que somos los ticos en los lugares públicos y lo "lindas que son las ticas" (como dice la canción y partiendo del hermoso referente de la que extrañaba). En serio que sí....



En este punto recordaré siempre como "La Gallo" y "La Brahva" saben a agua, cómo es ir a un super en Guate aunque encuentrés productos Dos Pinos, como los quetzales me parecían billetes de Gran Banco con tantos colores. También como no hay calles con huecos y cómo en una ciudad supuestamente más "desarrollada" que Chepe con el cuadruplé al cuadrado de edificios altos pasan buses al estilo "Sabana Cementerio" o de los peores de "La Peri" llenos hasta el techo de chapines... Por cierto, me contó un guía turístico que en pleno centro de la ciudad existe un acueducto maya y también que el 15 de septiembre a las 6 p.m., el ejército dispara unos cañonazos que nunca oí.



Antes del concierto, precisamente en la mañana del mentado día de la independencia un bus nos llevó a un montón de ticos a Antigua, una hermosa ciudad ubicada como a 45 minutos de ciudad de Guatemala. Al llegar topamos con calles de adoquines, edificaciones de más de 400 años conservadas y pensé que en tiquicia con costo nos quedan las Ruinas de Cartago, las de Ujarrás y una que otra iglesia o casilla de adobe. ¡Que pena! y se nota como no conservamos casi nada de nuestra historia y hasta la independencia nos llegó como mes y medio despúes.



En Antigua se detiene el tiempo en serio y pude conocer el origen del jade y otras piedras hermosas, visité un convento, aprecié un volcán que observa la ciudad y hasta me pareció extraño ver una tienda Levis y un pollo Campero metidos dentro de paredes realmente antiguas. ¡Eso sí es un ejemplo de lo que puede hacer la globalización!. En el mercado aprendí de las telas y de cómo se puede regatear casi cualquier cosa hasta la mitad de precio.



En serio las 60 horas fueron aprovechadas al máximo y hasta pude conocer el Mall "Los Prósceres" al día siguiente de oír a "Los Héroes". Ya rumbo al áeropuerto nos esperaba un regreso maratónico en los que se voló de Guatemala a El Salvador y de ahí al Juan Santamaría ( el aeropuerto aclaro, por aquello de tantos héroes mencionados). Me pareció increíble como en un vuelo de casi cinco horas experimenté el clima fresco de Guate, el calor bochornoso de El Salvador y le lluvia de Alajuela. Una combinación capaz de torcer cualquier cuello o activar cualquier gripe. Pero por suerte logré pasar la prueba y ponerle excelentes recuerdos mayas rockeros al álbum de los buenos recuerdos...



Al tocar suelo tico me sentí en casa, me despedí de Cris y Nela, mis compas de viaje y volví a ver los ojos de un ángel...

martes, 25 de septiembre de 2007

BIENVENIDA JAROCHOBLOG


Este es el inicio de las jarochadas.... En ocasiones nos pondremos serios ( en pocas ) en otras no tanto. En fin que dicha que la modernidad le permite a uno estos chances. Bueno luego seguimos...